Cuando se trata de seleccionar los proyectos que habremos de realizar, no sólo es un tema de identificar los proyectos que traerán la mayor utilidad a la compañía. Existen asuntos de mayor relevancia y de gran valor estratégico a ser igualmente considerados.
Construir un portafolio rentable es mucho más que buscar obsesivamente mayores ingresos. Implica una cuidadosa evaluación del valor y el riesgo asociados a cada proyecto, así como un examen de la forma en que estos factores afectan el portafolio de proyectos vigente y finalmente a la compañía.
Los administradores de portafolio también precisan de balancear aspectos como el carisma y poder del patrocinador que empuja un proyecto y el verdadero impacto que traerá el producto de ese proyecto a la organización y a los objetivos estratégicos.
Las empresas necesitan un criterio de selección de proyectos que trascienda el “instinto natural” o cualquier interés individual para incluirlos en el portafolio.
Podría significar en algunos casos ir más allá de lo alcanzable, negarse a emprender algo que para algunos fuese obvio, lograr objetivos más agresivos, o en ocasiones aceptar un mayor riesgo del deseado. La forma en que las empresas escogen sus proyectos determina su ventaja competitiva.
Establecer objetivos claros, basados en el valor tangible e intangible, y luego relacionarlos con cada proyecto, es lo que hace rentable al portafolio. Alcanzar los objetivos – a través de los proyectos – hace posible ganar valor agregado que contribuye de manera importante a las utilidades presentes y futuras del negocio. Lograremos una buena selección de proyectos cuando incluimos aquellos que agregan valor a la compañía, entendiendo por valor no sólo utilidades, sino por ejemplo: apoyar la sustentabilidad de la comunidad, ganar una mejor posición en el mercado, incursionar en un nuevo nicho, mejorar la reputación de la empresa con los clientes y con los empleados, adquirir conocimientos innovadores que nos pongan a la vanguardia; entre otros.
Un buen proyecto debe apoyar la creación de valor de largo plazo a la empresa.
Ligar la estrategia de largo plazo de la compañía a la toma de decisiones del portafolio puede proporcionar una imagen más clara del valor de los proyectos. En algunos casos se podría tomar la decisión de evitar ciertos productos o proyectos porque no están acordes con la estrategia, aún incluso cuando existan consumidores que los demanden.
Son este tipo de decisiones difíciles, las que le dan congruencia a una estrategia. Entre más clara sea la estrategia y la liga a proyectos, será más fácil decir “no” a ese tipo de iniciativas. Identificar la relación entre proyectos y su beneficio es con frecuencia más complicado que sólo destacar su utilidad. Dar seguimiento a los beneficios prometidos de los productos que proyectos anteriores han generado es fundamental. Esta información es indispensable para ajustar la estrategia de selección de portafolio.
El crear la infraestructura, procesos e información que realmente fortalezcan la gestión de portafolio de proyectos, es actualmente un reto interesante y complejo en la mayor parte de las instituciones a nivel mundial; sin embargo, lograrlo es una indiscutible ventaja competitiva que puede hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso de una organización.
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